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"Espectrograma: Alacant" es una imagen de casi 100 m de largo y 3 metros de altura que visualiza los sonidos de la ciudad de Alicante a través de espectrogramas generados por ordenador. La imagen ha sido compuesta a partir de paisajes sonoros, ambientes y sonidos de la ciudad de Alicante generando un paisaje abstracto basado en el propio sonido de la ciudad.
La propuesta invita a una reflexión sobre la escucha del paisaje sonoro y su decodificación a través de espectrogramas. Así mismo, la instalación es una invitación a la interpretación y a la mirada crítica sobre formas abstractas que esconden sonidos que nos son propios y cotidianos, pero velados por un lenguaje que nos esconde la realidad.
En la parte inferior del mural se encuentran las frecuencias y los sonidos más graves que podemos escuchar en Alicante, a medida que levantamos la vista nos encontramos con los sonidos en frecuencias medias, y arriba las frecuencias agudas y muy agudas. Las líneas horizontales pueden representar tonos constantes (motores, mecanismos, máquinas) así como determinadas veladuras en un segundo plano que representa el propio ruido de fondo de la ciudad. Las líneas discontinuas y curvas en la parte inferior del espectrograma corresponden a voces, música o el canto de pájaros. Las líneas continuas y los trazos puntuales en la parte superior del mural suelen coincidir con muy altas frecuencias como las que provocan los coches al frenar o el tranvía al realizar giros cerrados sobre los raíles.
"Espectrograma: Alacant" invita al visitante a imaginar, deducir e interpretar sonidos ocultos tras una piel visual, abstracta y sobrecogedora, en donde nada es lo que parece. Espectrograma. Alacant es por lo tanto, un retrato visual y un homenaje a la Ciudad de Alicante a través de su patrimonio sonoro, su día a día y su propio paisaje sonoro.
Esta obra forma parte de una serie de investigaciones artísticas que el autor de la propuesta lleva a cabo desde el año 2016, explorando el potencial creativo y plástico de las imágenes espectrográficas.
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Imágenes del mural en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural, Las Cigarreras. Alicante.
Vinilo adhesivo, impresión digital y luz LED.
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Imágenes del mural en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural, Las Cigarreras. Alicante.
Vinilo adhesivo, impresión digital y luz LED.
Instalación Sonora a partir de paisajes sonoros de la Ciudad de Alicante.
Altavoces, reproductores de audio, cableado y pies de micrófono.
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Edición física de 300 copias en papel Rembrandt Stucco 130gr y goma elástica.
Dimensiones: 14 x 60 cm.
Crítica:
Muchas de las nuevas prácticas artísticas ponen en contradicho la manera de enfrentarse a la obra, bien a través de los contenidos expositivos o, también, a través del cuestionamiento de la propia obra que, cada vez más, tiene en cuenta la manera en la que el público accede a ella. Así es como Edu Comelles ha vaciado, casi por completo, la Caja Blanca de Cigarreras, en una suerte de tratar que el público, a la par escuchador y observador, se convierta en parte de la capacidad gráfica del sonido y reflexione sobre su entorno, conocido o no, pero fácilmente asimilable. Gracias a la convocatoria pública de proyectos expositivos Buitblanc, el artista ha podido configurar una especie de paseo en el que diversos sonidos y su representación cobran sentido en el marco de la ciudad de Alicante.
No hay duda de que la producción de paisajes es una constante en el arte, pero el concepto de paisaje sonoro o soundscape fue acuñado por el compositor R. Murray Schafer en 1970 y hace referencia, precisamente, a la grabación de sonidos medioambientales que permiten apreciar la sonoridad de un lugar. Al igual que ocurre con el arte plástico, el paisaje sonoro se compone y se puede analizar desde una serie de perspectivas, como son la tonalidad o las señales y marcas sonoras. En estas marcas reside el valor simbólico del sonido. Comelles se aprovecha de ese valor y, a través de procesos de selección y composición, crea el espectrograma de la ciudad de Alicante. El resultado es una imagen de casi 100 metros de largo y 3 de altura que cubre las paredes de sala, generando un recorrido fundamentado en ese espectograma; una representación gráfica del sonido que surge de la manipulación de un software por parte del artista y que persigue no solo la mera muestra de esa energía de contenido frecuencial, sino también la contemplación reflexiva por parte del espectador. Inevitablemente el paisaje sonoro sigue la misma línea del paisaje abstracto en pintura o escultura: la descodificación estética de lo ya previamente estructurado a través de los sentidos, con el fin de ahondar, quizá más, en el proceso y no tanto en el resultado.
La lectura del espectograma, en este caso, se realizaría de abajo hacia arriba. En la parte inferior de la gran imagen encontramos las frecuencias más graves, a un nivel intermedio estarían las frecuencias medias y, en la parte de arriba, los sonidos más agudos. La línea horizontal aparece casi continuadamente, ya que forma parte de la constancia o el sonido de fondo. Mientras tanto, la línea discontinua de la parte inferior podrían ser los ecos de voces anónimas o el canto de algún pájaro; las líneas continuas o los trazos puntuales en la parte superior son provocados por frecuencias altas, quedando registrados, así, frenazos de coches o el chirriante paso del tranvía. Como añadido al propósito meditativo, se expone también una instalación sonora, formada por cuatro altavoces en los que se pueden escuchar algunas de las grabaciones que Edu Comelles tomó durante el verano de la ciudad.
La acción de la grabación tuvo lugar en varias tomas en distintos puntos urbanos donde los sonidos se caracterizan por sus matices y diferencias. La vertiente investigadora de Edu Comelles, gran conocedor del arte sonoro, como ya demuestra su trayectoria, despunta en esta pieza al haber conseguido, mediante la puesta en valor de lo gráfico, la introspección hacia la escucha atenta, la transición de la inconsciencia a la conciencia en nuestra relación con el espacio. En resumen, el ambiente urbano alicantino, mediterráneo, queda reflejado, casi despedazado y puesto a disposición del visitante para que trate de indagar y, a la vez, entender esos contextos acústicos que inevitablemente transita.
María Ramis. Makma
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Obra producida gracias a la Beca Buit Blanc 2019.